Saturday, June 25, 2016

Dilema Ético en la pelicula




Como se mencionó, Atticus Finch no sólo es un vecino ejemplar, un ciudadano modelo y un buen padre de familia. Atticus Finch es un abogado que entiende, y asimila como parte integral de su formación y práctica jurídica, los elementos éticos centrales de la práctica profesional del abogado. En su posición de abogado defensor, Atticus Finch logra encarnar con aguda perfección su rol de auxiliar del sistema de justicia. Cuando hablamos del sistema de justicia, en este caso, no nos referimos en ningún caso al sistema de administración de justicia estadounidense –o a cualquier otro en particular– sino, a lo que debemos entender como justo, lo que es conforme a derecho, y su correcta aplicación. De este modo, la cuestión ética en torno a la relación tribunal-abogado es una cuestión de cooperación para guiar y alcanzar una administración de justicia conforme a derecho, independiente del sistema técnico que se emplee para su administración y funcionamiento. Pero claro, Atticus Finch ya lo sabe. En Matar a un Ruiseñor tal conflicto se nos presenta de una manera cruda: un hombre inocente es acusado de un cargo de violación y deberá enfrentar la mecánica de un sistema en dónde su juzgador está más cerca de los prejuicios y malinterpretaciones que en ningún otro caso. Tal situación parece ser la mejor forma de explicar y hacer notar la necesidad del rol del abogado para con el tribunal, en este caso, como guía correctora. El insigne abogado defensor, tal vez como nunca antes, asume dicho rol tal y como nos mencionaría el profesor Mario Mosquera: no se puede llegar a tolerar el abuso, la prepotencia, el encierro absoluto en sí mismo de los tribunales, o en sus palabras “nunca permitan que se viole la ley”, que se falte al derecho. Y es así como en Matar a un Ruiseñor, casi como en un caso de laboratorio, vemos de la forma más cruda y evidente la falta de derecho en la aplicación de justicia y la necesidad de rol corrector y auxiliar del abogado. Un jurado, compuesto por personas blancas, juzgan a un afroamericano por un caso de violación contra otra mujer blanca, en los Estados Unidos de la década de los treinta, en una sociedad donde el racismo se naturaliza y las “cazas de brujas” contra las personas afroamericanas es pan de todos los días.





¿Qué más podría hacer un buen abogado defensor sino más que ayudar al sistema de administración de justicia a obviar todos aquellos prejuicios que los nublan de razón y de derecho? Pues eso, actuar para con el tribunal con respetuosa independencia, evitar y nunca permitir que se vulnere la ley o que se deje de aplicar el derecho. Y eso es precisamente lo que hace Atticus Finch, mantener, en su relación con el tribunal, una actitud de respeto por el sistema de administración de justicia norteamericano, pero sin olvidar que dicho sistema requiere ser auxiliado para que tal administración sea justa. Insiste, presiona y demanda al jurado a actuar conforme a la ley, a respetar los hechos probados, a obedecer las normas de la lógica y las máximas de la experiencia, a actuar como juzgadores objetivos y, en definitiva, a administrar justicia en términos verdaderos.




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