Tuesday, June 28, 2016

Ficha técnica





Título original: To Kill a Mockingbird
Año: 1962
Duración: 129 min.
País: Estados Unidos
Director: Robert Mulligan
Guión: Horton Foote (Basado en la novela de Harper Lee)
Música: Elmer Bernstein
Fotografía: Russell Harlan (B&W)
Reparto: Gregory Peck (Atticus Finch), Mary Badham (Jean Louise "Scout" Finch), Brock Peters (Tom Robinson), Phillip Alford (Jeremy Atticus "Jem" Finch), John Megna (Charles Baker "Dill" Harris), Frank Overton (Sheriff Heck Tate), Rosemary Murphy (Maudie Atkinson), Robert Duvall (Arthur "Boo" Radley).
Productora: Universal Studios Inc.
Productores: Alan J. Pakula, Robert Mulligan

Género: Drama. Drama judicial. Drama sureño. Racismo. Infancia. Vida rural (Norteamérica)

Sinopsis

Matar a un ruiseñor” es una adaptación de la novela homónima de Harper Lee, ambientada en los años de la gran depresión en Maycomb, al sur de Estados Unidos.  Atticus Finch es un abogado viudo y con dos hijos, Scout y Jem Finch. 
Un día, toma la defensa de un campesino negro acusado de violar a una joven blanca. Su compasiva y valiente defensa de un inocente le genera enemistades, pero le otorga el respeto y la admiración de sus dos hijos. 
Scout y Jem, a través de su padre y de la labor que éste ejerce en la ciudad, descubrirán los conflictos raciales tan vigentes en aquella época, siendo testigos directos del odio y desprecio cotidiano a los “de piel oscura” que les hará madurar dolorosamente. 



Saturday, June 25, 2016

Dilema Ético en la pelicula




Como se mencionó, Atticus Finch no sólo es un vecino ejemplar, un ciudadano modelo y un buen padre de familia. Atticus Finch es un abogado que entiende, y asimila como parte integral de su formación y práctica jurídica, los elementos éticos centrales de la práctica profesional del abogado. En su posición de abogado defensor, Atticus Finch logra encarnar con aguda perfección su rol de auxiliar del sistema de justicia. Cuando hablamos del sistema de justicia, en este caso, no nos referimos en ningún caso al sistema de administración de justicia estadounidense –o a cualquier otro en particular– sino, a lo que debemos entender como justo, lo que es conforme a derecho, y su correcta aplicación. De este modo, la cuestión ética en torno a la relación tribunal-abogado es una cuestión de cooperación para guiar y alcanzar una administración de justicia conforme a derecho, independiente del sistema técnico que se emplee para su administración y funcionamiento. Pero claro, Atticus Finch ya lo sabe. En Matar a un Ruiseñor tal conflicto se nos presenta de una manera cruda: un hombre inocente es acusado de un cargo de violación y deberá enfrentar la mecánica de un sistema en dónde su juzgador está más cerca de los prejuicios y malinterpretaciones que en ningún otro caso. Tal situación parece ser la mejor forma de explicar y hacer notar la necesidad del rol del abogado para con el tribunal, en este caso, como guía correctora. El insigne abogado defensor, tal vez como nunca antes, asume dicho rol tal y como nos mencionaría el profesor Mario Mosquera: no se puede llegar a tolerar el abuso, la prepotencia, el encierro absoluto en sí mismo de los tribunales, o en sus palabras “nunca permitan que se viole la ley”, que se falte al derecho. Y es así como en Matar a un Ruiseñor, casi como en un caso de laboratorio, vemos de la forma más cruda y evidente la falta de derecho en la aplicación de justicia y la necesidad de rol corrector y auxiliar del abogado. Un jurado, compuesto por personas blancas, juzgan a un afroamericano por un caso de violación contra otra mujer blanca, en los Estados Unidos de la década de los treinta, en una sociedad donde el racismo se naturaliza y las “cazas de brujas” contra las personas afroamericanas es pan de todos los días.





¿Qué más podría hacer un buen abogado defensor sino más que ayudar al sistema de administración de justicia a obviar todos aquellos prejuicios que los nublan de razón y de derecho? Pues eso, actuar para con el tribunal con respetuosa independencia, evitar y nunca permitir que se vulnere la ley o que se deje de aplicar el derecho. Y eso es precisamente lo que hace Atticus Finch, mantener, en su relación con el tribunal, una actitud de respeto por el sistema de administración de justicia norteamericano, pero sin olvidar que dicho sistema requiere ser auxiliado para que tal administración sea justa. Insiste, presiona y demanda al jurado a actuar conforme a la ley, a respetar los hechos probados, a obedecer las normas de la lógica y las máximas de la experiencia, a actuar como juzgadores objetivos y, en definitiva, a administrar justicia en términos verdaderos.




Friday, June 24, 2016

Situación Similar en Chile


El papel que juega Atticus en la película es claro: es el abogado defensor de un hombre afroamericano que ha sido acusado de abusar sexualmente de una joven blanca. Si se le diera una mirada superflua, no nos parecería nada raro que, dada las condiciones en las que se desarrolla el juicio, el resultado pudiera ser la condena o la absolución del imputado. Pero debemos tener presente que Atticus es un abogado del Sur de los Estados Unidos, en la década del 30, que se desenvuelve en una comunidad marcada por los prejuicios raciales. Con este antecedente el panorama cambia; ahora no sería para nada sorprendente que, incluso con un procedimiento judicial llevado a cabo de manera correcta, el resultado sea desfavorable para el acusado. Y eso es precisamente lo que ocurre: Tom Robinson termina siendo condenado, pese a que Atticus ha podido demostrar su inocencia. Lo anterior nos muestra un tribunal que ha ignorado las pruebas y con ello desatendido el mérito del proceso y ha fallado arbitrariamente, basado en los prejuicios. Este Tribunal no ha hecho justicia, muy por el contrario, ha creado una injusticia, cuando su deber es precisamente corregirlas y establecer el imperio del Derecho.


Esto es precisamente lo que ocurrió hace algunos años en nuestro país, cuando el Estado de Chile, actuando a través del Poder Judicial, privó a una madre el detentar la tuición de sus hijas, fundado su decisión en la homosexualidad de esta. Lo anterior derivó en una demanda contra el Estado de Chile ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el caso “Atala Riffo y niñas vs. Chile”, donde se sentenció por la Corte “que el Estado de Chile es responsable internacionalmente al violar el derecho a la igualdad y la no discriminación en perjuicio de Karen Atala y de sus hijas menores, el derecho a la vida privada en perjuicio de Karen Atala, el derecho a ser oído en perjuicio de las niñas M., V. y R.” entre otros. El caso llevado contra el Estado de Chile tiene dos aspectos, de los cuales solo analizaremos el primero de ellos. En primero consiste en un juicio de tuición que, a la postre, radica la tuición de las hijas de Karen Atala en el padre de ellas, y el segundo en un proceso disciplinario instruido en su contra en su calidad de Jueza de la República. 


El caso, en síntesis es el siguiente: Karen Atala contrajo matrimonio con Ricardo López en 1993, producto del cual nacieron tres hijas. Dicho matrimonio concluyó en el año 2002, quedando Karen con la tuición de las niñas, por mutuo acuerdo. En ese mismo año, la pareja de Karen se mudó con ella y las niñas. El año 2003, el padre de las niñas demandó la tuición de sus hijas, por considerar que la madre de estas no se encontraba capacitada para velar por ellas, dado que “su nueva opción de vida sexual sumada a una convivencia lésbica con otra mujer, est[aban] produciendo […] consecuencias dañinas al desarrollo de estas menores [de edad]”. Paralelamente, en el marco de este procedimiento, el padre demandó la tuición provisoria de las niñas. El Juez Titular del Juzgado de Letras de Menores de Villarrica concedió la tuición provisoria, decisión que no fue confirmada por la Jueza Suplente del mismo Tribunal quién, ante la inhabilitación del titular, resolvió que “la orientación sexual de la demandada no representaba un impedimento para desarrollar una maternidad responsable, que no presentaba ninguna patología psiquiátrica que le impidiera ejercer su “rol de madre” y que no existían indicadores que permitieran presumir la existencia de causales de inhabilidad materna para asumir el cuidado personal de las menores de edad.” Esta decisión fue confirma por la Corte de Apelaciones de Temuco. Finalmente, la Corte Suprema de Justicia, conociendo un recurso de queja contra los Ministros de la Corte de Temuco, revocó la decisión de esta Corte, concediendo la tuición de las niñas a su padre. La Corte fundó su decisión en que las niñas, al vivir en un hogar homosexual, serían victimas de discriminación social; que Karen Atala había priorizado sus intereses ante los de sus hijas, por hacer pública su homosexualidad, y que “los jueces recurridos fallaron en “no haber apreciado estrictamente en conciencia los antecedentes probatorios del proceso” y al “haber preterido el derecho preferente de las menores a vivir y desarrollarse en el seno de una familia estructurada normalmente y apreciada en el medio social, según el modelo tradicional que le es propio, ha[bían] incurrido en falta o abuso grave, que debe ser corregido por la vía de acoger el presente recurso de queja”. Estas consideraciones de la Corte Suprema llevaron a Karen Atala a recurrir ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y finalmente, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la cual, en el año 2012, condenó al Estado de Chile. Si bien el caso anterior podría considerarse distinto con lo plasmado en Matar a un ruiseñor lo cierto es que ello no es así. En ambos casos se presenta a un Tribunal que funda su decisión no en los hechos y evidencias, sino en los prejuicios. En el caso de Tom Robinson se trata de los prejuicios raciales en una sociedad marcada por este tipo de conductas, mientras que en el caso de Karen Atala se trata de una sociedad poco tolerante con las minorías sexuales. Este prejuicio se traduce en decisiones que son manifiestamente irracionales, arbitrarias e injustas, las cuales hacen que sintamos desconfianza –totalmente justificada- de la Justicia. Lo cierto es que, en ambos casos, el Abogado, ante esta injusticia causada por los mismos que son llamados evitarla, sigue buscándola: Atticus se muestra optimista ante una eventual apelación; los abogados del caso Atala recurrieron hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos, obteniendo esa anhelada justicia finalmente. El caso ocurrido en Chile, de largo aliento, tuvo una solución que demoró bastante tiempo, pese a ser la adecuada. Robinson tuvo una suerte distinta, como ya lo sabemos. Pero esa suerte podría haber sido la misma de Karen Atala, o de muchos otros que, ante errores tan graves como este, podrían haber perecido ante la desesperación ante la injusticia. Es por ello que el Abogado debe actuar tan fielmente como lo hizo Atticus, manteniendo siempre ese respeto ante los Tribunales, pero no siendo fanático. Asumiendo que los jueces son personas que, aunque no lo queramos, pueden cometer errores y dejarse llevar por los prejuicios. Y por ello es que el deber ser del Abogado consiste siempre en actuar como un auxiliar de la Justicia, pese a que ella no llegué rápidamente. Debe recurrirse siempre agotando todas las instancias posibles. Es lo que realizó Aticcus, es lo que realizaron los abogados de Karen Atala.


Thursday, June 23, 2016




La primera vez que vi "Matar a un Ruiseñor", que serán unos diez años atrás, y acorde a lo que estaba acostumbrada a ver de cine, me pareció una película algo lenta en el desarrollo temporal, tornándose a ratos tediosa. No así el argumento: la discriminación y odio racial, junto a una adorable y hermosa recreación de una paternidad emocional, me parecieron fabulosas.
En primer lugar, la forma en que se trató la segregación de las personas "de color" fue formidable, pues se filmó en un EEUU que pronto presenciaría el famoso y aclamado "I have a dream",surgirían unos pocos años más tarde el partido Pantera Negra y se internacionalizaría el saludo del Poder Negro en los Juegos Olímpicos de México en 1968.
Y, por otro lado, esa paternidad emocional de un hombre extraordinario y loable tenía más que merecido ese Oscar como mejor actor por la interpretación. Padres así escasean en estos tiempos, por lo que verlo no deja de sorprender. (Ojalá varios hombres vieran la película en este sentido.)
Y, finalmente, la labor del abogado: notable cómo demostró la inocencia de Tom Robinson. Injusticias como éstas están a la orden del día. Algún día espero que la Justicia vuelva a ponerse la venda en los ojos y que no decida mirando a las personas, sino que mirando el Derecho.
(Sofía Murray M.)